Colima es el segundo estado más pequeño de México, pero tiene una ubicación estratégica.
Se encuentra entre Jalisco y Michoacán, dos estados más grandes y con mucho movimiento económico. Uno de sus principales motores económicos es el puerto de Manzanillo, que es el que más mueve contenedores, casi la mitad de todo el país. En 2017 más de 2,8 millones de contenedores pasaron por allí, según las autoridades.
Colima era un lugar tan tranquilo, «donde históricamente han vivido las familias de los narcos de estados vecinos», dicen los analistas consultados por BBC Mundo. Lo tomaban como refugio y por eso había una especie de tregua.
Un ingeniero que no quiere ser nombrado, dice que todavía viven, con bajo perfil, familias de narcos. Que al ser un estado pequeño todos se conocen y todos saben quiénes son. Pero que no pueden ni quieren hablar.
«¿Para qué, si el gobierno lo sabe?. Algunos tienen incluso los apellidos de las familias tradicionales del narco. Se les puede ver en las ferias de caballos donde los más ricos exhiben a sus hermosos animales, traídos de otros países. Puede ser que algunos pertenezcan a empresarios honrados, pero ¿cuántos podrían darse esos lujos?”, se pregunta.
Colima está en el ojo del huracán entre una pelea dos de los carteles de narcotraficantes más poderosos de México en la actualidad.
Los carteles de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación que luchan por el control del puerto de Manzanillo.
Dicen que por el puerto entran, procedentes sobre todo de China y Corea del Sur, los precursores químicos que sirven para producir drogas sintéticas, como las metanfetaminas. Las evidencias son los cargamentos que de vez en cuando son confiscados por las autoridades. «estamos siendo testigos en primera fila del espectáculo sangriento que se deriva de la confrontación de grupos delictivos que se están peleando la operación de actividades ilícitas a través del puerto de Manzanillo»